martes, 21 de junio de 2011

Manu Chao, el hombre que va por la carretera a los 50 años

El músico francés cumple hoy (21/06/2011) 50 años y es uno de los más influyentes del rock latinoamericano
Sin Joe Strummer, el rock mundial no sería lo mismo. Así de sintético y lapidario podemos presentar al líder The Clash, para luego citarlo: "La gente puede cambiar todo lo que quiera. Cualquier cosa en el mundo.La gente va siguiendo su caminito, yo soy uno de ellos, pero hay que parar y no mirar sólo nuestra pequeña huella de ratón." Así de claro lo veía y lo decía el músico inglés, que remataba: "El futuro no está escrito." Lo suficientemente contundente como para que una generación haya hecho carne tales conceptos, entre ellos José Manuel Chao Ortega. ¿Quién? Manu Chao, ese franco-español de icónico look de vagamundos militante, el europeo más latinoamericano, Ernesto Che Spirito, Chapulín Rojito, profético Nazareno en bermudas, sin cruces ni sermones ni montañas; carismático como un Marley blanco del mediterráneo, suerte de Gieco punk, combativo y ardiente como el mismo Strummer. Alejado del activismo cool a lo Bono, Manu Chao bien podría definirse como un líder político no formal. Pero por sobre todo –y a pesar o gracias a no poseer supremacía técnica– uno de los músicos mas influyentes en nuestro continente de las últimas décadas.
Fue hacia 1987 que este francés políglota e incansable formó una agrupación trascendental: Mano Negra. Ska, reggae, punk, hip hop, rumba, ritmos africanos; todo se mezclaba con lógica de collage y marcada coherencia combativa apuntando a puertas y ventanas de Casa Babylon. Su inolvidable gira sudamericana en tren en 1992 generó un movimiento que tuvo en bandas como Todos Tus Muertos o Maldita Vecindad cultores de la heterogeneidad desenfadada en pos de la reinvindación de las culturas originarias, de las autonomías nacionales y en contra de todo abuso de poder y económico. Algunos lo llamarían "rock alter latino", término un poco menos feo que la etiqueta americana de "world music", tan vagamente antropológica.
Solista desde 1994, se popularizó aún más gestando un sonido definitivamente personal, captando con su Radio Bemba ondas de todo el planeta y entrecruzando coordenadas Barcelona, Babel, Tijuana y el mismísimo fin del mundo. Con sus discos solistas ha obtenido ahora un sonido mucho más acotado, pero no monótono, sino adecuado para un terreno ideal: la síntesis. Manu Chao entrecruza sus propias canciones (cuyas armonías suelen ser bastante similares), realizando leves variaciones rítmicas, repitiendo versos, haciendo uso conciente de la reiteración, de la resignificación de versos propios y ajenos. Sus letras son sencillas pero no simples; sus frases son consignas pero no slogans. El amor, la guerra, la vida en los guetos, la libertad en todas sus formas, la miseria en todas sus formas también. Es astuto, sí, pero no calculador. Es agitador, sí, pero no manipulador. Sus pancartas son de piel sudada y no de cartón pintado. El discurso de Manu –porque lo tiene y hace gala de él– es colectivo y no individual, sin embargo se sostiene en su personalidad. Muchas de sus palabras –expresadas en un collage políglota y lúdico– sonarían débiles o trilladas en otra voz. "Entre lo dicho y lo hecho, el camino es derecho", marca alguien que –guste o no– ha vivido acorde a sus dichos. No sólo apoyando las grandes causas (Chiapas, Madres de Plaza de Mayo, los derechos de los Inmigrantes) sino también estando cerca de los olvidados (su relación con la radio del Borda, La Colifata) y circulando con su guitarrita por donde fuere, sin vanidad ni publicidad: muchos fueron testigos de sus "shows" en bares olvidados donde ni siquiera lo conocen.
¿Qué hora son mi corazón? La hora de festejar medio siglo de un hombre cuya trayectoria y coherencia merecen gran respeto. Y mientras sigue por la carretera hasta la próxima estación, con una quincena de discos encima y la energía intacta, Manu Chao sigue escribiendo su futuro con su tamaño de ratón pero con un camino inmenso. Tan grande como para afirmar que sin él, el rock latinoamericano no sería el mismo.
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