El rescate de material inédito de la agrupación creada en los '70 por los Vitale, Alberto Muñoz y tantos más, echa luz sobre un original foco de resistencia cultural.
Por: Mariano del Mazo
Durante los años más terribles de la Argentina surgieron, no sin definir cierta paradoja, por lo menos tres fenómenos culturales que funcionaron como sutiles gestos de resistencia inorgánica: Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, la revista Expreso Imaginario y la agrupación MIA (Músicos Independientes Asociados).
MIA nació en la casa de la familia Vitale, en Villa Adelina. Bajo la amplia manta espiritual y operativa de los estoicos Donvi y Esther, sus hijos Lito y Liliana, más Alberto Muñoz, Daniel Curto, Nono Belvis, Gustavo Mozzi, Kike Sanzol y muchos otros formaron una cooperativa artística independiente que desafió las reglas de la época para sembrar el germen autogestionario dentro de la música popular argentina: la Negra Poli, de los Redondos, dijo más de una vez que se inspiró en MIA para cristalizar el concepto de independencia con el que la banda de rock desarrolló su carrera.
MIA realizó históricas series de conciertos en teatros como el Santa María y el Lasalle, en los cuales cada espectador era inscripto en una ficha para recibir por correo información del grupo e incluso anticipo de discos. Así se fue forjando una mística, una rutina celebratoria. Con los talentos de Lito, Liliana Vitale y Alberto Muñoz estallando, MIA se movía básicamente entre los teclados sinfónicos de Lito, la voz experimental y siempre al límite de Liliana y los relatos históricos, poéticos y/o absurdos de Muñoz.
A la altura de la épica de aquella experiencia setentista, el sello independiente Viajero Inmóvil -con sede en otro sitio suburbano: Quilmes- acaba de reunir en una cuidadísima edición de dos CDs. material desperdigado de MIA, piratas imposibles que andaban por ahí, grabaciones inéditas. La escucha depara sorpresas gratas; también, por momentos, convoca a una mirada piadosa hacia ciertas desmesuras propias de la época. Igual, el gesto se mantiene incólume: basta escuchar Estadía en la casa de las arañas. El órgano sacro de Lito, la narración de Liliana y el recitado quebrado, desesperado, primal, de Alberto Muñoz desarmándose en un alarido: ¡Los años pasan y el absurdo queda!.
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