martes, 2 de junio de 2009

Llega la voz de Cabo Verde, Cesária Évora

Una figura de la world music llega con su melancolía de mar y los ritmos festivos de la costa africana.

"Cuando estoy cantando, siempre tengo la imagen de mi lugar frente a mí." Como muchos caboverdianos que emigraron de ese país, la cantante Cesária Evora encontró en las canciones de su tierra y en la cadencia de la morna y la coladeira (géneros tradicionales de su país) la forma de curar la saudade cuando está lejos de su lugar. Ahora, del otro lado del teléfono, suspira hondo porque sabe que dentro de unos días dejará su casa de la bahía de Mindelo, frente a la costa de Senegal, para cruzar el Atlántico y actuar esta noche en el Luna Park. "La primera vez que fui a la Argentina me sentí como en casa, porque hay muchos caboverdianos que se fueron a vivir a ese país", recuerda la cantante, que presentará los temas de su última producción Rogamar

(2006).

Desde aquella primera visita, Cizé, la diva de los pies descalzos, no dejó de venir. Sus mornas y coladeiras, con herencias del fado portugués y la rítmica africana, cautivaron al público porteño por la bucólica cadencia de esas letras de amor, celebración y despedidas. "En la morna, el caboverdiano puede expresar todo lo que siente. Es una canción muy profunda porque la gente de Cabo Verde tiene mucho sentimiento."

-¿Qué es la saudade de la que se habla tanto en sus letras?

-La saudade es algo difícil de explicar, pero tiene que ver con muchas cosas: el sentimiento de partida y muerte, la juventud del que se va y la familia que queda en tierra esperando su regreso... De todo eso viene la saudade del caboverdiano y de donde surge todo ese sentimiento de melancolía de mi pueblo. Pero a la vez, somos gente muy alegre.

El mar le trajo canciones y hombres que fueron padres de sus tres hijos. Su primer público eran los marineros y comerciantes que llegaban en barco a la isla de San Vicente. En los años ochenta, su voz era una leyenda en todo ese archipiélago ocupado por un millón de personas y conformado por nueve dialectos criollos. Sólo en 1992, con su cuarto disco, Miss Perfumado , traspasó la fama regional. Primero, París, y después el resto del mundo, se inclinó ante la diva de los pies descalzos. "Tuve una vida dura, como muchas personas de mi país. La música ayudó, porque siempre me gané la vida cantando, con lo que la música me traía. Claro que las cosas cambiaron un poco con el éxito pero, desde el comienzo hasta ahora, la música fue mi única compañera", confiesa la artista, que tiene trece discos grabados.

El reconocimiento mundial -un Grammy a mejor disco de world music en 2004 y la Legión de Honor de Francia en 2007- tuvo un escaso impacto en su rutina cotidiana. "Cuando no canto, me gusta estar tranquila en mi casa, disfrutando de mi familia numerosa. ¡Somos ocho y tengo que hacer la comida para todos!", comenta, y se ríe.

Dice que por nada del mundo cambiaría las tardes de Mindelo por otro lugar en el mundo. "Me gusta vivir en Cabo Verde porque aquí están mis raíces, mis costumbres y mi cultura." Su casa, cerca del mar, se transformó en paso obligado de turistas. Ella los recibe, les prepara comida y les convida con groc, un aguardiente local, hasta que se cansan de sacarles fotos o preguntarle sobre su vida. "Es que soy la misma Cesária de siempre", cuenta discreta. De fondo se oye una televisión prendida.

La cantante de Cabo Verde viene a cantar los temas de su último disco Rogamar. Grupo invitado: Omar Gianmarco Quinteto.

Estadio Luna Park, Bouchard y Corrientes. Hoy, a las 21.

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