Dresde (Alemania), 7 jun (EFE).- El sonido de las mejores orquestas del mundo tiende a parecerse cada vez más, afirma Vassily Sinaisky, que acaba de dirigir en el Festival de Dresde a la del teatro Bolshói, de Moscú, en una versión concertante de la ópera "Yolanta", de Tchaikovsky.
"Antes de la Segunda Guerra Mundial, había muchas diferencias, por ejemplo, entre la Filarmónica de Viena y la de Berlín, pero hoy no ocurre ya lo mismo", afirma el maestro ruso, que lo atribuye, entre otras cosas, a la creciente internalización de los conjuntos.
"A mí personalmente me gustaría que hubiera mayores contrastes, y creo que al público también", señala Sinaisky en declaraciones a EFE.
El director ruso habla con conocimiento de causa, pues ha estado al frente de numerosas orquestas: desde la Filarmónica de Moscú hasta la de BBC o la Sinfónica de Malmoe (Suecia), además de haber colaborado con la Filarmónica de San Petersburgo (Rusia), la Sinfónica de Birmingham (Reino Unido), la Komische Oper, de Berlín, la Ópera Nacional de Gales (Reino Unido) o la de San Francisco (EEUU).
Preguntado por qué eligió precisamente esa ópera de Tchaikovsky para Dresde, Sinaisky dice que fue de mutuo acuerdo con los organizadores del festival, que este año ha estado dedicado a Rusia.
El festival se fundó durante la Guerra Fría, cuando esta ciudad estaba totalmente bajo la influencia de la Unión Soviética, y su nuevo director, Jan Vogler, decidió que, transcurridos veinte años desde la caída del muro de Berlín, era hora de reexaminar las geniales creaciones de los músicos rusos con sus nuevos intérpretes.
Para Sinaisky, aunque "Yolanta" no sea una ópera tan conocida, al menos fuera de Rusia, como "Eugen Oneguin" o "Pique-Dame", es "una de sus mejores, tanto desde el punto de vista melódico como de la orquestación" y en Rusia sigue siendo muy popular.
Esa historia de una princesa ciega, a quien desde su nacimiento su padre oculta su minusvalía y que recupera la vista gracias al amor de un conde que un día llega a su reino, es en efecto de una gran belleza melódica, y sus arias, romanzas y duetos sirven al lucimiento de los intérpretes.
Es la última ópera que compuso Tchaikovsky, que la estrenó con gran éxito en diciembre de 1892 en el teatro Mariinsky, de San Petersburgo, junto a su ballet "Cascanueces".
Las grandes dificultades que la ópera plantea desde el punto de vista vocal a los intérpretes incluso de los papeles menores -por no hablar de sus arias más conocidas- puede haber contribuido en cierto modo a que no forme parte de la programación habitual de los grandes teatros fuera de Rusia.
En cualquier caso, la apuesta de Dresde valió la pena, y la orquesta y el coro del Bolshoi junto a algunas grandes voces rusas como el tenor Vsevolod Grivnov, la soprano Ekaterina Scherbachenko, el bajo Mijail Kazakov o los barítonos Vasily Ladyuk y Elchin Azizov entusiasmaron al público de la Semperoper.
Esa reacción entusiasta sorprendió muy positivamente a Sinaisky, que lo explica como un reconocimiento, dice, a que en Rusia "tenemos muy buenos cantantes" y a que "tocamos con todo el corazón".
Sin lugar a duda no escasean los talentos vocales en Rusia, aunque desde el punto de vista de la enseñanza musical, según reconoce a EFE Sinaisky, "las cosas han cambiado un poquito para peor".
"La calidad no es tan buena como hace cuarenta años", dice el maestro, que se apresura, sin embargo, a señalar que sigue habiendo pese a todo una gran escuela de piano en Moscú y otra gran escuela de cuerdas en San Petersburgo.
La gran sala del Bolshoi ha cerrado sus puertas mientras se acomete una importante renovación, pero, como explica Sinaisky, ello no quiere decir que el teatro esté cerrado: continúa el programa normal en otra sala que no tiene tan excelente acústica hasta la reapertura de la principal en octubre del próximo año.
Preguntado por la extraordinaria popularidad que ha alcanzado últimamente la música de su compatriota Shostakovich, Sinaisky, que además de interpretarle en conciertos ha grabado su música para el cine, niega que tenga que ver con la interpretación política que se da ahora a las obras compuestas bajo el régimen soviético.
"Para los rusos, Shostakovich es un gran compositor y punto", afirma. EFE
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