Investigadores dicen que las melodías distorsionadas y chirriantes, como las del rock, nos atraen tanto porque se parecen mucho a las llamadas de peligro de los animales.
La música de la escena de la ducha en «Psicosis» todavía nos provoca un escalofrío en la columna vertebral cuando la recordamos. Su efecto, aunque en un principio parece no tener relación, es el mismo que provocó Jimi Hendrix con su versión rompe oídos del himno americano en un auditorio entregado en 1969 en Woodstock. Un equipo de investigadores de la Universidad de California (UCLA) ha estudiado por qué esta música chirriante y distorsionada, muy alejada de cualquier melodía agradable, puede atraer de forma tan fuerte a la gente, y han concluido, según publican en la revista Biology Letters, que los mecanismos para su creación están estrechamente relacionados con las llamadas de socorro en los animales.«La música que comparte características auditivas con las vocalizaciones de animales en dificultades capta la atención humana y nos resulta muy excitante», dice Daniel Blumstein, uno de los autores del estudio y director del Departamento Ecología y Biología Evolutiva de UCLA.
Blumstein es una autoridad en las llamadas de socorro de los animales, sobre todo entre las marmotas. En 2010, capturó la atención de los medios de comunicación con un estudio de las bandas sonoras de 102 películas clásicas en cuatro géneros: aventura, drama, terror y bélicas. El equipo determinó que la banda sonora de cada género posee características técnicas de la manipulación de las emociones. Las partituras de las películas dramáticas, por ejemplo, tenían cambios más bruscos en la frecuencia, arriba y abajo. Las películas de terror, por el contrario, tenían más gritos femeninos y sonidos distorsionados. Los investigadores fueron capaces de detectar incluso las grabaciones de los gritos de animales en algunas melodías.
Los últimos hallazgos se basan en una serie de experimentos que Blumstein diseñó y realizó con Peter Kaye, compositor de bandas sonoras para el cine y la televisión, y Greg Bryant, profesor asistente de estudios de comunicación en la UCLA especializado en comunicación vocal y la psicología evolutiva.
Kaye y Bryant utilizaron sintetizadores para componer una serie de piezas musicales originales de solo 10 segundos de duración. «Queríamos ver si podíamos ensalzar o suprimir los sentimientos del oyente con la música», explica Blumstein. Al principio, los voluntarios escuchaban una música emocionalmente neutra, sin ruidos ni abruptas transiciones en la frecuencia o el tono, comparable a la música anodina de ascensor. De repente, ese sonido tranquilo se rompía en una distorsión, al igual que Hendrix hizo en Woodstock.
A los estudiantes universitarios que participaban en el experimento como voluntarios se les pidió escuchar un ejemplo de cada estado y después calificarlos en dos factores: hasta qué punto la música les resultaba incitadora y si el sentimiento emocional de la música fue positiva o negativa (si les provocaba miedo o tristeza).
El animal que llevamos dentro
Los sujetos calificaron como más emocionante la música distorsionada. También eran más propensos a describir esta música como cargada de emociones negativas.
Los investigadores creen que el efecto de escuchar música con la distorsión es similar a oír los gritos de los animales en peligro, una condición que distorsiona las voces de los animales al obligar a pasar rápidamente una gran cantidad de aire a través de la laringe.
«Este estudio ayuda a explicar por qué la distorsión del rock hace que la gente se emocione: Saca a relucir el animal dentro», asegura Bryant. «Los compositores tienen un conocimiento intuitivo de lo que suena horrible, sin saber por qué», señala. «Lo que generalmente no se dan cuenta es que están explotando nuestras predisposiciones evolucionadas para excitarnos y tener emociones negativas al oír ciertos sonidos».
fuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario